miércoles, noviembre 29, 2006

REVISTA PARA TI

Auge y polémica de la construcción
B.A, ¿se va para arriba?

Como un sinónimo de progreso, centenares de torres altísimas inundaron Buenos Aires en estos últimos años. Sin embargo, vecinos de seis barrios porteños salieron a la calle para protestar contra las consecuencias de un crecimiento descontrolado y desigual. Con las constructoras e inmobiliarias en su contra, los porteños quieren ser escuchados a la hora de decidir en qué se convertirá su ciudad en el futuro.
Con una rapidez poco frecuente, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires reaccionó frente a las protestas vecinales por el crecimiento desmedido de la construcción al decretar, el lunes pasado, la suspensión por noventa días de los permisos para edificar. La medida, que fue tomada por el jefe de gobierno, Jorge Telerman, afecta a Caballito, Villa Urquiza, Coghlan, Nuñez, Palermo y Villa Pueyrredón. Estos seis barrios porteños están calificados como zonas de alta densidad: la cantidad de metros cuadrados aumentó a un ritmo de 2 % anual (la media histórica es de 0,5 % por año). En esas áreas se concentró el 44 % del total de las autorizaciones otorgadas en toda la ciudad. Mientras constructores y arquitectos ya están en pie de guerra, y argumentan que la medida de Telerman es un “corralito urbano”, los vecinos de estos barrios sostienen que la ciudad está viviendo un desarrollo desequilibrado. “Según un informe reciente de una consultora inmobiliaria, durante el primer semestre de 2006, el gobierno de la ciudad autorizó la construcción en altura de 1.083.379 m2. Esta cifra es un 45 % más que en el mismo período de 2005. Palermo, Caballito, Villa Urquiza, Puerto Madero y Belgrano, en ese orden, concentraron el 44 por ciento de la superficie aprobada, con 477.543 m2 en total. De ellos, 93.198 m2 –casi el 20 %– corresponden a Villa Urquiza”, apunta Marcelo Benini, de El Barrio, un periódico de esta última zona, que viene denunciando el auge de las torres con el consiguiente colapso de los servicios y el impacto ambiental. Gustavo Desplats, consejero barrial y presidente de la Proto Comuna Caballito, agrega: “Junto con Puerto Madero, estos barrios concentran el 70 % de la construcción. Caballito, que representa el 3 % de la superficie de Buenos Aires, recibió en los primeros ocho meses de 2005 el 15,4 % de la inversión; y hay otros barrios, en general los ubicados al sur, que representan el 5 % de la construcción. Según el Plan Urbano Ambiental –la ley marco que regulará la construcción pero que todavía no se aprobó–, la Ciudad tiene 7 km2 vacíos y, por el otro, una densificación injustificable en algunos barrios. No es normal vivir en ‘Hong Kong’ cuando hay espacio en otras zonas. Lo normal es buscar un desarrollo equitativo de todas las áreas”. Nuevos vecinos Que en la actualidad muchos vecinos de Capital no puedan ver el sol en ningún momento del día quizá se deba a que las ciudades, como suele decir el arquitecto Clorindo Testa, “son organismos vivos que crecen a pesar de las personas”. En Belgrano saben lo que es vivir a la sombra de las torres. Según Luis Grossman, arquitecto y columnista de Arquitexturas, del suplemento de Arquitectura de La Nación, “las torres, como recurso arquitectónico urbano, provocarán la muerte de la ciudad”. Grossman cree, además, que las que tienen amenities (con gym, tenis, lavadero, sauna y piscina, entre otras) crean ghettos: todos los problemas quedan resueltos ahí adentro y ya no es necesario salir a la calle. Caballito –con trescientas cincuenta y un manzanas– ya tiene cien edificios de entre ocho y dieciséis pisos que están a la venta; están en construcción otros ciento cincuenta más, de entre nueve y treinta y seis pisos; y se calcula que en los ciento cincuenta lotes que están vacíos pronto habrá más edificios. “Caballito es el lugar con mayor densidad de la Argentina. Tenemos casi 30 mil habitantes por km2, cuando la media de Buenos Aires es 15 mil. Hoy viven 190 mil vecinos y nuestros cálculos indican que se incorporarán entre 35 y 40 mil más: ¡seremos 230 mil!”, asegura Desplats, quien preside una organización vecinal cuya movilización ha logrado la prohibición de la demolición y la construcción en dieciséis manzanas del barrio. A Villa Urquiza ya lo llaman “el nuevo Caballito”. El aumento de población ha sido exponencial en estos últimos años, en especial debido a la inminente llegada de la Línea B de subte (Alem-Los Incas), en Triunvirato y Monroe. Según cuenta Benini, “en una manzana donde hasta hace unos meses vivían unas cincuenta familias, hoy lo hacen doscientas cincuenta. Esto implica una mayor ocupación de los espacios públicos por parte de los automóviles y la desaparición de los espacios verdes correspondientes a jardines y parques de las casas demolidas”. El mapa y la escenografía de Palermo cambiaron gracias al boom inmobiliario hacia lo alto. “Hay hasta dos torres por manzana, algunas de más de treinta pisos. Teniendo en cuenta que en Palermo viven 225 mil habitantes, la proyección no es nada alentadora”, señala Luis Petcoff, secretario de prensa de la Asociación Vecinal Lago Pacífico, una de las tres ONG’s de Palermo. Y pone un ejemplo: “En Costa Rica y Nicaragua habrá dos torres de cuarenta y cinco pisos y doscientos departamentos de 1.800 dólares el m2. Calculando cuatro miembros por departamento, tendremos ochocientas personas con uno o dos autos por familia en una manzana. ¿Qué pasaría si doscientos autos salen a la hora pico, ya sea de la mañana o la tarde?”. En toda la Capital, los autos son un problema. “Como en ninguna otra ciudad del mundo, automóviles, camiones y transporte público avanzan hasta el casco histórico. Pareciera que, mientras mejor le va a la economía, peor le va a la ciudad: porque 50 mil autos en la calle se traduce en toneladas de mal humor”, asegura Rodolfo Livingston, arquitecto y autor de Arquitectos de la comunidad y El método. El decreto del gobierno supone que, en el corto plazo, se haga una modificación a la ley 123 de impacto ambiental. La construcción en estos seis barrios porteños, que generaban problemas como la contaminación sonora, porque se trabajaba las 24 horas y hasta los feriados, parecería llegar a su fin. Telerman reglamentaría la ley de ruido –nunca se llevó a la práctica–, que permite construir en el horario de 7 a 22 horas y sólo en los días hábiles. Bajo tierra “Las cloacas de Caballito Sur son de 1911; las del Norte, de 1912. Cuando las hicieron, no vivían acá las 190 mil personas que viven hoy”, explica Desplats. Al ser propiedades de alta categoría, las nuevas edificaciones multiplican por quince o por treinta el consumo promedio del barrio: “Más heladeras, más televisores, más jacuzzis y losas radiantes generan un problema en la infraestructura primaria”, dice Desplats. Según él, dos veces por semana, un camión tiene que ir a Honorio Pueyrredón, entre Neuquén y A. Gallardo, a destapar los sótanos, porque se desbordan las cloacas. A una cuadra de esa intersección, en Felipe Vallese y Colpayo, se están construyendo dos torres de 140 metros, cuyos valores de venta oscilan entre los 80 mil y los 200 mil dólares (treinta y cuatro pisos y cuatrocientas setenta y seis unidades funcionales para un promedio de 1.900 personas). “Nadie toma conciencia que, dentro de dos años, esos propietarios tendrán que bajar a arrojar sus heces en bolsas a un repositorio, porque habrá colapsado el sistema”, dice el consejero de Caballito. En Palermo, se potenciaron los problemas de inundación y además hay filtraciones por las napas freáticas. Pasado, identidad y futuro Históricamente, la ciudad de Buenos Aires nunca vivió un crecimiento desmedido. “Desde hace cincuenta años, la ciudad tiene la misma cantidad de población de 3 millones de habitantes casi inmodificable. Comparada con otras ciudades, como San Pablo o el D.F., ha tenido cierta mesura”, apunta Grossman. Hasta que el boom de la construcción hizo evidente las fallas del sistema. “El código vigente, hecho hace treinta años, permitió una modificación en las alturas y los volúmenes para construir en la ciudad”, comenta Desplats, quien –junto con las demás organizaciones vecinales– intenta presentar, mediante el modo de la iniciativa popular, un proyecto de modificación al Código de Planeamiento Urbano y al de Edificación, dos instrumentos del Plan Urbano Ambiental. “El Código de Planeamiento, que regula la construcción, nunca tuvo en cuenta a los vecinos. Debido a intereses de todo tipo, se producen excepciones: se construyen torres donde, según la ley, está prohibido. Acá, la corrupción está a la orden del día”, sentencia Petcoff, de la asociación palermitana Lago Pacífico. Hernán Andrade, coordinador del grupo de vecinos de Parque Chas, cuenta que, según el Código, en su barrio está prohibido construir torres. Sin embargo, una modificación que se hizo en 2000 permitió la edificación sobre Avenida de los Incas, una avenida ancha rodeada de casas bajas. El pedido popular tendría eco ahora: Telerman promovería ámbitos de debate con los vecinos para ver qué modelo de edificación prefieren.Desplats dice: “Hoy, la planificación beneficia a las constructoras y los monopolios inmobiliarios. Y es difícil luchar contra un edificio cuyo precio total de venta es de 36 millones de dólares; sin embargo, queremos pelear por una medida que mejore nuestra calidad de vida”. En un contexto signado por la fuerza del mercado, los especialistas sugieren que es la fuerza de la gente la que podrá lograr cambios, como cuando los parisinos se levantaron en contra de la famosa torre de Montparnasse y evitaron más construcciones. “Perdemos nuestra identidad y la gente no se da cuenta. En Palermo ya poco queda del barrio de Cortázar o Borges. Hay vidrieras que ocupan el ancho de los edificios, y sólo mirando hacia arriba se adivina la fachada que tuvo”, señala Petcoff. Los vecinos –que bregan por la elaboración de planes de crecimiento armónico y a largo plazo– quieren dejar en claro que no están en contra del progreso. En palabras de Benini, de Villa Urquiza: “No nos oponemos al desarrollo de la propiedad horizontal ni de la apertura de negocios. Es más, los alentamos. Sólo que creemos que el crecimiento debe ser equilibrado”. Es que, como dice Grossman, “ninguna ciudad puede crecer si es una momia. Los tejidos tienen que regenerarse”. Así como el crecimiento es irreversible, éste debería hacerse redefiniendo algunos conceptos. “La palabra economía, que ha manejado los booms inmobiliarios y privilegiado a inversores, proviene del griego y significa distribuir con acierto. En una ciudad, el progreso inteligente debería estar ligado, sería distribuir con equidad. Sólo así será económico”, concluye Livingston.

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