Los cambios en el diseño urbano son correlato de los cambios culturales.
Carteles luminosos que invitan al teatro, edificios de alturas vertiginosas, semáforos por doquier, locales de comida rápida. Todo eso detecta el ojo si recorre el paisaje que rodea al Obelisco. Ya es costumbre pero no estaba allí hace unos 70 u 80 años, cuando tampoco estaban el Puente de la Mujer ni los rascacielos que convierten a Puerto Madero en el escenario de un cómic futurista.
Esos cambios en la fisonomía de la ciudad, que sólo pueden apreciarse al contrastar una época ya pasada con la actual, están retratados en el libro Buenos Aires Ayer y Hoy (My Special Book), una investigación que las arquitectas Laura Weber, Carla Levin Rabey y Susan Mesquida –especializadas en patrimonio– realizaron para la Fundación Urbe y Cultura.
Haciendo foco en la zona del Centro, Retiro, Palermo, Belgrano, La Boca, San Telmo y el puerto, el libro recopila fotos de archivo –algunas inéditas– de los años 30 y 40, y las compara con tomas actuales obtenidas desde el mismo lugar y con la misma perspectiva. Así es posible apreciar con precisión los cambios que trajo aparejado el tiempo tanto en la arquitectura como en la cultura: es que los proyectos urbanísticos de una época dan cuenta de fenómenos culturalestan complejos como la visión de futuro de que tiene una sociedad en el momento en que los encara (ver “Ahora...”).
Levin explica uno de los grandes motivos para el cambio en el aspecto de la ciudad: “Si bien en las primeras décadas del siglo XX Buenos Aires ya se adaptaba a la gran circulación de autos y era un lugar con gran densidad de población, a fines de los 50 se incorpora la torre, y durante los 60 y 70 eso modifica el paisaje”, dice, y las fotos le dan la razón.
“El libro quiere obtener el retrato de una Buenos Aires cambiante que hace un correlato de l os cambios en las costumbres y en la cultura de los porteños ”, sostiene Weber. Puerto Madero es un ejemplo de esas modificaciones: una zona que era puramente productiva en momentos del auge del modelo agroexportador, en la actualidad es una zona esparcimiento, donde los porteños van a gozar del aire libre, así como de servicios y vivienda.
La construcción del Obelisco, cuenta Weber, también representó un gran cambio en la forma de ver la ciudad: “Fue el puntapié inicial para construir toda la avenida 9 de Julio; se derrumbaron manzanas enteras para unir el norte y el sur de Buenos Aires, pensando en una circulación masiva”, explica.
Una de las muestras más cabales de las nuevas costumbres en las formas de habitar se da en la zona de la Biblioteca Nacional: “Justo donde está la construcción diseñada por Clorindo Testa, que ahora se retomó para finalizar el proyecto original, estaba la residencia presidencial, allí murió Evita; se trataba de un barrio de grandes mansiones, pero cuando las familias aristocráticas perdieron su nivel adquisitivo y se densificó la población, aparecieron grandes viviendas colectivas y en ese proceso se le dio lugar a la Biblioteca, proyectada décadas antes; ya era otra Buenos Aires”, cuenta Weber.
Buenos Aires Ayer y Hoy no aspira a una visión nostálgica, sino que “invita a reflexionar sobre los cambios y continuidades que, desde lo arquitectónico, retratan a quienes viven en la ciudad”, cuentan sus autoras.
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