Tres padres, un hermano y el hijo de los que perdieron la vida en el gimnasio de Villa Urquiza, en Beara y en el edificio de Mitre piden más controles para evitar más tragedias.
“Nuestras hijas fueron a bailar y nos los devolvieron en un ataúd. No es justo”, de esa forma, Alberto Provedo expresa su dolor más íntimo cuando recuerda la muerte de Leticia, su hija de 20 que perdió la vida cuando se vino abajo, en septiembre de 2010, el entrepiso de Beara, un boliche que no estaba habilitado como tal.
Para él y los demás familiares de víctimas de otras tragedias, los accidentes se habrían podido evitar si hubiese habido más controles, y, peor aún, dicen que las cosas no cambiaron nada. En cada una de sus palabras hay heridas abiertas de dolor, impotencia e indignación.
Provedo comparte lo que siente con Juan Lizarraga, padre de la amiga de su hija que también murió en el boliche Beara (Ariana, de 21). Ambos charlaron con PERFIL, junto a Hernán Fede, hermano de Guillermo, fallecido en el derrumbe del gimnasio Orion de Villa Urquiza en agosto de 2010; Marta Wang, la madre de Luis Liu, otra víctima de ese episodio, y a Mariano Madueña, el hijo de Isidoro, el anciano que fue encontrado bajo toneladas de escombros una semana después de que se viniera abajo el edificio de la calle Mitre.
“Creo que todos sentimos lo mismo porque no cambió nada”, sintetiza Hernán y se preocupa por la falta de controles: “Si bien después de lo ocurrido en el gimnasio se promulgó una ley para controlar las excavaciones a fin de preservar los edificios lindantes a una obra en construcción, sigue habiendo derrumbes”, se queja, indignado.
Juan Lizarraga lamenta las marcas de una historia que se repite: “Cuando uno apenas terminaba de acomodarse a esta situación, una noticia así reaviva todo el dolor que uno tiene adentro porque no cambió nada”. Acompañado de Alberto Provedo, el padre de la otra chica que murió mientras bailaba en la madrugada se indigna con el Gobierno: “Mariano Madueña fue con una denuncia en la mano por la desaparición de su papá e igual realizaron la demolición. Al final, pareciera que nos toman el pelo”, dice, en una claro ataque a la gestión de Mauricio Macri.
Marta Wang, que apenas puede hablar sin quebrarse, recuerda lo que sintió cuando volvió a escuchar sobre otro desplome: “Cuando me enteré, no lo podía creer, y me pregunté cuándo se va terminar todo esto, quién va a parar esta avalancha de derrumbes. No creo que nada cambie y va a seguir muriendo gente”, se descargó, resignada, la mamá del joven de 23 años que perdió la vida.
Marta Wang, que apenas puede hablar sin quebrarse, recuerda lo que sintió cuando volvió a escuchar sobre otro desplome: “Cuando me enteré, no lo podía creer, y me pregunté cuándo se va terminar todo esto, quién va a parar esta avalancha de derrumbes. No creo que nada cambie y va a seguir muriendo gente”, se descargó, resignada, la mamá del joven de 23 años que perdió la vida.
Mariano no puede quitarse la impotencia de saber que su padre estaba sepultado debajo de toneladas de cemento cuando los medios anunciaban que en el derrumbe no había víctimas fatales. “Comprendí que todo era un reality show. Lo único que querían demostrar era que el operativo de evacuación había sido un éxito y que no había muertos. Pero no fue así.”
Lo mismo opina Marta, que fue notificada de que no había víctimas fatales en el gimnasio pero ella sabía que su hijo estaba entre los escombros. “Nadie hizo nada para sacarlo a tiempo”, recuerda con dolor.
Más allá de las quejas por la eficiencia de los operativos de evacuación, los controles son otro foco de las críticas de los familiares. “Después de Cromañón, del gimnasio y de Beara, pensé que los controles iban a reforzarse, pero se ve que no”, se lamenta Lizarraga.
Madueña, que tiene un bar en San Telmo y se queja de la falta de estímulos oficiales a su industria, comparte información que podría tener tinte judicial: “Una inspección a la obra que se iba a realizar el 26 de septiembre no se hizo porque estaba cerrada y el inspector se fue y no volvió más. La Ciudad tiene leyes que no se ajustan a la realidad que se vive en ella”.
Lo interrumpe Hernán Fede: “Es muy raro, pero cada vez que van a inspeccionar una obra, por lo general están cerradas; en el gimnasio también pasó lo mismo. Dicen que fueron y como no estaba abierta, se tuvieron que ir”.
La bronca y el dolor, muchas veces, hacen brotar los pedidos de Justica. En la opinión de Provedo se refleja también la denuncia de los demás familiares: “Esto es un tema de corrupción, les guste o no; son todos corruptos”.
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