Episodios como el ocurrido en la calle Bartolomé Mitre no obedecieron a hechos naturales, sino a graves errores evitables
El derrumbe de un edificio en la calle Bartolomé Mitre de nuestra ciudad trae a la memoria otros casos similares e igualmente alarmantes. Hace menos de un año, también la excavación para una obra nueva en el barrio de Villa Urquiza provocó el derrumbe de un gimnasio lindero y tres víctimas mortales. Lo importante frente a estos hechos es, además de identificar a los responsables, adoptar todas las medidas y precauciones para que no vuelvan a ocurrir.
Lo primero que debe decirse es que estos accidentes no obedecieron a un hecho de la naturaleza, sino a algún error que podía y debía haberse evitado. Las condiciones del suelo son verificables con escasa dificultad y costo; las construcciones son diseñadas y calculables, lo mismo que los efectos de una excavación sobre las construcciones linderas. Los materiales utilizados son ensayables y sometidos a control de calidad. La ingeniería ha avanzado lo suficiente en todos estos aspectos.
La Academia Nacional de Ingeniería publicó hace unos meses un valioso documento acerca de las responsabilidades de los ingenieros respecto de las construcciones. Además de resaltar las exigencias de excelencia y experiencia de los profesionales cuyos proyectos y obras implican riesgos para la vida humana, señalaba la conveniente intervención de estamentos técnicos de gobierno, en algunas circunstancias especiales, y agregaba: "Existen etapas críticas en algunas obras civiles, en las cuales los riesgos son mayores y más difíciles de evaluar dada la característica heterogénea de los materiales puestos en juego. Esto se verifica en las excavaciones de túneles y de subsuelos que requieren submuraciones de edificaciones vecinas. Será conveniente implementar un procedimiento para que la autoridad pública realice inspecciones en esas etapas. Incluso debería contarse, para estas tareas, con especificaciones especiales en los códigos de edificación, pero sobre todo, la exigencia de someter los procedimientos constructivos a una revisión previa al inicio de la obra".
No se trata de poner un inspector municipal al lado de un ingeniero durante todo el proceso, sino de incluir verificaciones en los momentos o en los sitios críticos. Los casos de Villa Urquiza y la calle Bartolomé Mitre confirman que un tema crítico es la excavación a profundidades mayores que el nivel de los cimientos de edificios linderos. Ninguno de estos dos casos se hubieran producido si los profesionales hubieran estado comprometidos a exponer y respetar su plan de excavación y la forma en que atenderían el comportamiento de los suelos cuando pierdan su confinamiento y deban seguir resistiendo las cargas transmitidas por los edificios vecinos.
El gobierno de la ciudad, como los municipios del país, tendrán que revisar y poner atención en las reglamentaciones y su aplicación. Los colegios profesionales y las asociaciones de ingenieros y arquitectos, al igual que las compañías de seguros, deberían contribuir a la calificación de los profesionales ya que en muchos casos el mero título universitario no es suficiente.
Vale la pena también volver sobre el tema del alto riesgo de las construcciones en altura en las villas de emergencia, realizadas en forma improvisada y con limitados conocimientos de albañilería, sin la participación de profesionales. No se conocen aún medidas para corregir las peligrosísimas situaciones de riesgo verificadas, mientras persiste el crecimiento de estas edificaciones.
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