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La caída de una medianera generó trastornos en una casa lindera en Díaz Vélez al 4900. Los habitantes de ese inmueble ya habían sufrido un robo cuando los ladrones usaron los andamios de la obra que fue denunciada por la UOCRA.
La caída de una medianera generó trastornos en una casa lindera en Díaz Vélez al 4900. Los habitantes de ese inmueble ya habían sufrido un robo cuando los ladrones usaron los andamios de la obra que fue denunciada por la UOCRA.
Otro derrumbe en la Ciudad se convirtió en la cereza de un postre muy amargo para una familia que, por culpa de una obra lindera, vio como su apacible vida se convirtió en una pesadilla. Se trata de la casa ubicada en la avenida Díaz Vélez 4920, frente al Parque Centenario, donde nació Dolores Pérez Dorrego, protagonista de la historia. Junto a su marido, Gustavo Molina, y su madre, se vieron en la tarea de recibir a Tiempo Argentino y a cuanto medio periodístico tocó el timbre o golpeó su puerta. La historia era la misma de todos los días; otro derrumbe con características similares al resto y que da vueltas sobre la misma causa: la falta de control por parte del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
La obra que los perjudicó es la del terreno lindero, que tiene una superficie total de 1884,61 metros cuadrados y donde funcionó durante muchos años la Obra Social del personal telefónico de la República Argentina pero que, con la privatización de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (Entel), se convirtió en un palomar.
Ayer a las nueve de la mañana un estruendo fundamentó los temores de la familia que durante el último bimestre soportó los ruidos de la demolición, liderada por Rubén Darío Torres, con registro del gobierno porteño nº 268/08. “Es un hombre muy violento y que tuvo problemas con todo el barrio”, contó Dolores.
Los golpes de los obreros, que según los denunciantes se preguntaban entre ellos como hacer el trabajo (lo que denota una total ausencia de personal responsable de la obra dirigida por el arquitecto Manuel Galante), ocasionaron la caída de material en el patio de la vivienda y la destrucción del tanque de agua. Irene, la empleada que había subido a colgar la ropa a la terraza, se salvó por minutos. También Tito, el perro de Gustavo, al cual mudaron para que no lo afecte el polvillo de la construcción. Hoy su cucha está destruida por los escombros que cayeron desde una altura de 15 metros. A los 40 minutos, los obreros que la rompieron se retiraron del lugar.
La ONG Proto Comuna Caballito informó que la UOCRA había denunciado la obra por ausencia de medidas de seguridad en apuntalamiento y “otros incumplimientos a las normativas vigentes en materia de seguridad e higiene laboral”, según el escrito presentado el 23 de mayo de 2011 ante la Dirección General de Protección del Trabajo del gobierno porteño.
“Apenas pasó fui a hacer la denuncia al CGP 6 y me prometieron una solución en un lapso de 25 días, pero en cuanto aparecieron las cámaras, se hicieron presentes”, contó Gustavo a Tiempo. “De todas formas, les pedí una tarjeta y no quisieron dármela; además, se fueron sin decirme quien me iba a arreglar todos los daños.”
La obra ya había perjudicado a la familia. En abril, la demolición destruyó los cables de telefonía y toda la manzana quedó incomunicada. Días después, el padre de Dolores se desmayó, no pudieron llamar a una ambulancia y la demora en la atención fue determinante: el hombre falleció. Además, el 25 de septiembre, dos ladrones ingresaron a la vivienda usando un andamio colocado por los mismos obreros en el patio de la casa, en una clara violación a la propiedad privada. Los delincuentes mantuvieron encerrada a la madre de la mujer durante tres horas y se llevaron todo. “Nací en esta casa pero ya perdí toda tranquilidad”, reconoció Dolores todavía asustada.
La obra que los perjudicó es la del terreno lindero, que tiene una superficie total de 1884,61 metros cuadrados y donde funcionó durante muchos años la Obra Social del personal telefónico de la República Argentina pero que, con la privatización de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (Entel), se convirtió en un palomar.
Ayer a las nueve de la mañana un estruendo fundamentó los temores de la familia que durante el último bimestre soportó los ruidos de la demolición, liderada por Rubén Darío Torres, con registro del gobierno porteño nº 268/08. “Es un hombre muy violento y que tuvo problemas con todo el barrio”, contó Dolores.
Los golpes de los obreros, que según los denunciantes se preguntaban entre ellos como hacer el trabajo (lo que denota una total ausencia de personal responsable de la obra dirigida por el arquitecto Manuel Galante), ocasionaron la caída de material en el patio de la vivienda y la destrucción del tanque de agua. Irene, la empleada que había subido a colgar la ropa a la terraza, se salvó por minutos. También Tito, el perro de Gustavo, al cual mudaron para que no lo afecte el polvillo de la construcción. Hoy su cucha está destruida por los escombros que cayeron desde una altura de 15 metros. A los 40 minutos, los obreros que la rompieron se retiraron del lugar.
La ONG Proto Comuna Caballito informó que la UOCRA había denunciado la obra por ausencia de medidas de seguridad en apuntalamiento y “otros incumplimientos a las normativas vigentes en materia de seguridad e higiene laboral”, según el escrito presentado el 23 de mayo de 2011 ante la Dirección General de Protección del Trabajo del gobierno porteño.
“Apenas pasó fui a hacer la denuncia al CGP 6 y me prometieron una solución en un lapso de 25 días, pero en cuanto aparecieron las cámaras, se hicieron presentes”, contó Gustavo a Tiempo. “De todas formas, les pedí una tarjeta y no quisieron dármela; además, se fueron sin decirme quien me iba a arreglar todos los daños.”
La obra ya había perjudicado a la familia. En abril, la demolición destruyó los cables de telefonía y toda la manzana quedó incomunicada. Días después, el padre de Dolores se desmayó, no pudieron llamar a una ambulancia y la demora en la atención fue determinante: el hombre falleció. Además, el 25 de septiembre, dos ladrones ingresaron a la vivienda usando un andamio colocado por los mismos obreros en el patio de la casa, en una clara violación a la propiedad privada. Los delincuentes mantuvieron encerrada a la madre de la mujer durante tres horas y se llevaron todo. “Nací en esta casa pero ya perdí toda tranquilidad”, reconoció Dolores todavía asustada.
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